#41 – Luna de Sangre.

Dicen que la noche del 1 de agosto de 1972, durante un encuentro secreto del Consejo de los 13 en el Casino Building de San Antonio, Philip von Rothschild anunció a los asistentes que “cuando veáis apagarse las luces de Nueva York sabreis que nuestro objetivo se ha conseguido”. Unos cinco años más tarde, el 13 de julio de 1977, una tormenta eléctrica dejó completamente a oscuras a los diez millones de habitantes del área metropolitana de Nueva York durante unas 25 horas. Desafortunadamente, un servidor no puede confirmar que von Rothschild pronunciase aquella noche la frase mencionada, por el simple hecho de que no asistí a tan secreta reunión. Pero lo que sí es un hecho constatable es que una declaración muy similar aparece en la novela “Atlas shrugged” publicada cierto tiempo antes, en 1957, y escrita por Ayn Rand. Uno de los personajes, el enigmático John Galt -a quien precisamente algunos consideran un trasunto de Rothschild- dice, mientras contempla los rascacielos de Manhattan, que “When we would see the lights of New York go out, we would know that our job was done” [Cuando veamos que las luces de Nueva York se apagan, sabremos que nuestra labor ha culminado]. La novela presenta una insurrección de las grandes familias adineradas de los Estados Unidos contra el gobierno y el poder político del país, y también contra las regulaciones estatales. En la novela, el ideólogo del movimento no es otro que el mencionado John Galt. Casualmente, o no, el título de la obra está inspirado en la escultura de Atlas cargando con el mundo sobre su hombros que está en los jardines del Rockefeller Center, en pleno Manhattan.

Sea como fuere, los apagones producidos en concentraciones humanas de gran densidad siempre me han hecho levantar una ceja, no vaya a ser que tuviesen algún significado no evidente a los profanos.

El 23 de julio de 2007, la ciudad de Barcelona sufrió el apagón más importante de su historia, producto de la concatenación de dos incidencias acaecidas en las subestaciones de Collblanch y de Maragall. Que aquel black-out coincidiese de forma precisa con el inicio del llamado “proceso” no ha contribuido en absoluto a que deje de contemplar los grandes apagones con una mirada, digamos, “diferente”.

El pasado 27 de septiembre celebramos una elecciones trascendentes para la historia de Cataluña y que, por supuesto, excedían sobremanera el significado del vocablo “autonómico”. En esta serie de escritos [los nueve anteriores son: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8 y 9] sobre el “proceso” hemos puesto el foco sobre el simbolismo que rodea a las decisiones del presidente Mas, y que a menudo giran en torno a la cifra talismán del 9. No es preciso indagar demasiado para darse cuenta de que la fecha de las pasadas elecciones también cumple esta ley: septiembre es el mes noveno del año y los guarismos 2 y 7 suman nueve. Pero no es el único aspecto simbólico del día escogido para abrir las urnas, es más, diría que ni siquiera es el más importante. Llama más la atención que el 27 de septiembre de 2015 se produjese un hecho infrecuente como es la Luna de Sangre, también llamado eclipse total de Luna. Esta denominación poético-mítica del eclipse lunar se debe al color rojizo con que se percibe la Luna mientras está a la sombra del planeta Tierra. En esta ocasión, el fenómeno venía enmarcado por unas circunstancias bastante especiales y que tardarán en repetirse. En primer lugar, la existencia de una tétrada -cuatro eclipses de Luna- en el periodo 2014-15 (los otros fueron en abril y octubre de 2014, y en abril de 2015), un hecho muy inusual que, por ejemplo, entre 1582 y 1908 no se produjo en ninguna ocasión. En segundo lugar, la coincidencia con otro fenómeno singular como es la Superluna, o sea, la percepción de que la Luna tiene un tamaño bastante mayor de lo habitual debido a su proximidad a nuestro planeta Tierra. Todo esto concentrado la noche del 27 de septiembre… difícilmente se puede encontrar una fecha mejor para celebrar un acontecimiento destinado a pasar a la historia.

El concepto de Tétrada de Luna de Sangre está envuelto en grandes dosis de mitología; sin ir más lejos, se considera que su aparición va vinculada a momentos trascendentes del pueblo judío, como son la expulsión de la península ibérica (1493, decretada un año antes), la creación del Estado de Israel (1948) o la Guerra de los Seis Días (1967). Curiosamente, en las últimas semanas estamos asistiendo a un aumento de la tensión entre judíos y palestinos, con múltiples agresiones por parte de estos últimos. También la Biblia se hace eco del fenómeno, en concreto dentro de los actos (hechos) de los apóstoles incluidos en el Nuevo Testamento, cuando en el Discurso de Pedro (2: 19-20) se afirma que “Haré prodigios arriba en el cielo y señales abajo en la tierra. El Sol se tornará en tinieblas y la Luna, en sangre, antes de que venga el gran día del Señor”. Una Luna de Sangre antes del gran día… como mínimo, interesante.

Volviendo a nuestra realidad más mundana, resulta sencillo comprobar como la reacción inmediata ante los resultados de estas elecciones ha sido muy parecida a la que se produjo en las autonómicas de 2012: los independentistas inexplicablemente deprimidos y los españistas exultantes por su supuesta victoria. Conforme los días pasaban y la resaca dejaba espacio a la claridad de mente, las cosas se han puesto en su lugar. Los independentistas han descubierto que habían vencido ampliamente, mientras que los españistas han entrado en un estado de máxima preocupación, a pesar de la burbuja informativa que han generado -como de costumbre- los medios establecidos en Madrid. Una vez más, hemos podido comprobar como conviven dos realidades paralelas e incompatibles, la de Madrid y la del resto del planeta Tierra. Haciendo un recorrido rápido por las principales cabeceras internacionales, podemos comprobar como el mundo entero ha dado como ganadores a los independentistas, como diciendo “obstáculo superado”.

Mosaic 2

En este momento es preciso pasar página y seguir adelante con el plan previsto, con la seguridad de tener en el bolsillo un argumento más para que la comunidad internacional nos reconozca.

Los independentistas han conseguido la mayoría absoluta con un total de 72 escaños, una cifra que nos remite al grado 72 de la masonería o al año en que Rothschild supuestamente hacía el discurso con el que iniciábamos este escrito. Coincidencias al margen, la victoria del independentismo tanto en escaños como en votos (un 47,8% ante un 39,1% de los españistas) resulta irrefutable, de forma que hay que tener una cara muy dura -los medios de la Meseta la tienen- para negarla. Claro que, para hacerlo se atribuyeron todo tipo de votos (blancos, animalistas, piratas, independentistas de CSQEP, etc.) como si fuesen suyos.

Poco antes de las elecciones se produjo un hecho muy destacable, pero lamentablemente reflejado con parquedad en los medios de comunicación catalanes. Cinco de los seis partidos del parlamento suizo hicieron una propuesta conjunta para que la Confederación Helvética se erigiese en mediador en las eventuales negociaciones entre Cataluña y España. Las razones que argumentaban los diputados suizos eran demoledoras (tanto, que ni siquiera se necesita traducción):

Parlament Suis

Que en unas elecciones en Cataluña vote el 77,4% de los electores, más allá de un hito histórico, es un hecho casi sospechoso. Viendo la capacidad del Estado Español para hacer trampa, no seria en absoluto aventurado pensar que aquí han votado hasta los hámsters. El pucherazo del voto no residente -dos tercios del cual es decididamente independentista- es una una buena muestra de las formas de este Estado y de sus gobernantes y funcionarios. Pero más allá de quedarnos con la victoria final del independentismo, es preciso poner el foco sobre diversos aspectos interesantes del resultado de los comicios:

  • El vigoroso (y para muchos también sorprendente) fuelle del independentismo, que ha conseguido mantener el tipo con una participación muy por encima de lo previsto. El consenso pre-electoral decía que las participaciones por encima del 72% harían tambalearse a la victoria soberanista.

  • La tristeza de ver como un partido de extrema derecha consigue vencer en barrios y municipios eminentemente obreros. Cuando nos burlábamos de los barrios humildes franceses que votaban al Frente Nacional de Le Pen, no podíamos ni imaginar que a este personal tan ignorante y desinformado también lo teníamos por aquí. Por cierto, quien dude de que Ciutadans es un partido de extrema derecha puede echar un vistazo a estos vídeos tan esclarecedores: “Desmontando a Ciudadanos-1” y “Desmontando a Ciudadanos-2“, o también puede adquirir este libro de título tan curioso: “Albert Rivera es un lagarto de V

  • La penalización para los que, ante un plebiscito, prefieren cerrar los ojos y presentarse como quien va a unas elecciones autonómicas convencionales. No entender nada no es nunca una buena política, y menos aún si lo aderezas trayendo a unos chicos de Madrid que no hacen más que meter la pata cada vez que abren la boca.

Visto el paisaje que se nos presenta a partir del 27 de septiembre, los independentistas no pueden ser más que optimistas. Las aparentes dificultades para que Junts Pel Sí y la CUP alcancen un acuerdo no tendrían que quitar el sueño a ningún soberanista, dado que en todo lo que llevamos de “proceso” ya hemos vivido esta situación en múltiples ocasiones: cuando parece que la fuerza centrífuga nos proyectará fuera de la carretera en la siguiente curva, llega la solución mágica y todos contentos. Esta vez no será una excepción. Y si algún día hay que volver a votar -que no lo tengo nada claro- lo que es seguro es que será en unas condiciones muy diferentes, en las que la tutela de la Unión Europea nos blindará de pucherazos y, de paso, todos aquellos que aún no son independentistas por miedo a quedar fuera de la UE podrán votar con la certeza de que continuaremos dentro. Imposible perder, pues. Empiezo a tener la sensación de que en no demasiados lustros, España nos evocará un concepto del pasado, vetusto y apolillado, con aroma a naftalina, y entonces nos preguntaremos “¿cómo hemos podido permanecer allí tanto tiempo?”.

Y para cerrar esta exposición, unas dosis más de simbolismo. En las dos últimas celebraciones de la Diada del 11 de septiembre [día nacional de Cataluña] hemos podido comprobar como el triángulo tenia un papel central en la escenografía; en el 2014, con la geometría que dibujaban la Avenida Diagonal y la Gran Vía, y en 2015, con el célebre puntero, estrella rutilante del acontecimiento de la Avenida Meridiana. Aquel triángulo de 2014 era también una letra “V”, como la que popularizó Winston Churchill durante la Segunda Guerra Mundial (“V for Victory”) y que según algunas fuentes había estado ideado por el ocultista Aleister Crowley. A estas alturas de la película, creo que a nadie se le escapa que el triángulo es un simbolo masónico, como lo es el emblema triangular de Esquerra Republicana de Catalunya [partido independentista que concurrió a las elecciones dentro de la lista Junts Pel Sí]. Tampoco podemos pasar por alto que CUP [partido independentista de izquierda anticapitalista] significa “Copa” en inglés y fácilmente puede ser interpretado como una referencia al Santo Grial.

El simbolismo de la Diada de este año no radica únicamente en la presencia del puntero triangular, sino que el propio escenario de la ofrenda, la Avenida Meridiana, también tiene algunas implicaciones interesantes. Esta vía barcelonesa está trazada aparentemente sobre el meridiano cero francés -antes de que este honor lo tuviese el de Greenwich- también llamado “meridiano de París” o “Dunkerke-París-Barcelona”, que según algunos conspiranoicos es un meridiano masónico. Quien sí que era masón con total seguridad es Ildefons Cerdà, el diseñador de la trama urbana de la Barcelona extramuros y, por tanto, creador de la Meridiana. Si nos fijamos atentamente en el trazado del meridiano de París, nos daremos cuenta de que no pasa exactamente por Barcelona, sino que cuando llega a Masnou penetra en el mar en dirección a Formentera. Así las cosas, podemos suponer que Cerdà tenía un interés especial en homenajear al meridiano dedicándole una gran avenida en Barcelona, aunque fuese encajándola a martillazos.

A pesar de que la primera definición del meridiano de París es de 1667, las mediciones definitivas más afinadas las realizó precisamente un catalán del Rosellón, Francesc Aragó (François Arago para los franceses), que llevó a cabo sus trabajos sobre el terreno durante a Guerra de Independencia española. Como homenaje a Aragó, en 1994 un artista neerlandés diseñó un memorial consistente en 135 (sí, como el número de escaños del Parlament catalán) medallones de bronce que tenían que seguir todo el recorrido del meridiano del norte al sur de París y que llevaban inscrito el apellido “Aragó”.

Finalmente, si nos quedamos con uno de los conceptos básicos de la masonería como es la fraternidad, podremos constatar que ésta fue espectacularmente homenajeada durante el “proceso”, en concreto durante la Via Catalana de 2013. Qué mejor manera de representar la fraternidad que formar una cadena humana de personas dándose la mano?

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Una resposta a #41 – Luna de Sangre.

  1. Steelman ha dit:

    Me quito el sombrero. Asombrosa su lucidez y capacidad de expresar la realidad. Es siempre más educativa una lectura sensata y pausada de una buena y honesta pluma a las enredadas telarañas urdidas por los imperios de esta podrida piel de toro. Les deseo buena suerte en su camino hacia ítaca.

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