#47 – Cómo y por qué engañan a los españoles (II).

CÓMO

Segunda parte

Hasta ahora hemos visto que Madrid (no como municipio, sino como gobierno central y como base de actuación de los medios de comunicación masivos) se ha visto en la obligación de crear un relato para justificar que el independentismo es una enfermedad y todo español de bien está obligado a combatirlo, pero ¿es posible que sean tan siniestros? Sí, de hecho, la prensa de la Meseta está muy habituada a crear realidades alternativas cuando la auténtica no encaja con sus deseos. Veamos algunos ejemplos que nada tienen que ver con la política, y que incluso pueden parecer banales, pero que resultan tremendamente significativos:

Viajemos a enero de 2011, en esa fecha se otorgaba el Balón de Oro de la FIFA, o sea, el galardón al mejor jugador del año natural. Los tres finalistas fueron tres futbolistas formados en La Masia, la fábrica de talentos del FC Barcelona: Lionel Messi, Andrés Iniesta y Xavi Hernández. Ante tal tesitura, la prensa de Madrid lo apostó todo a Iniesta, que al menos era de la Mancha. Cuando se hizo público el resultado y se comprobó que el ganador había sido Messi -algo razonable teniendo en cuenta que era el mejor jugador del mundo- los medios madrileños no lo aceptaron y se despacharon con portadas así:

Es decir, el presidente de la FIFA, Joseph Blatter, pasaba a ser un “antiespañol” por pensar diferente; vaya, ni siquiera por pensar diferente, sino porque un nutrido grupo de periodistas, jugadores y seleccionadores bajo la organización de la FIFA considerasen que Messi era mejor que Iniesta. Una muestra maravillosa de un tipo de reacción que observamos con frecuencia en la cultura castellana: quién no piense como nosotros es un antiespañol. Pero el contenido de la portada no acaba aquí, ni mucho menos. Si miramos el párrafo que se incluye debajo del titular, podemos leer “Blatter abofetea al fútbol español por segunda vez en un mes: le quitó el Mundial 2018 en diciembre (…)”. Es decir, que escoger otra sede para organizar un evento significa “quitársela” a España. Este tipo de razonamiento lo veremos más claramente en el siguiente ejemplo.

El 7 de septiembre de 2013 se decidía si el enésimo intento olímpico de Madrid tendría éxito o volvería a ser un fracaso multimillonario. Estaba en disputa la organización de los Juegos de 2020 y el “todo Madrid” ya había decidido que la candidata ganadora sería la capital de España, obviando que el resultado dependía de la voluntad de los miembros de COI y no de ellos. Al final se impuso Tokio, una ciudad mucho mejor preparada que Madrid y que no estaba inmersa en la crisis monstruosa que asolaba la economía española en aquellos momentos. ¿Cuál fue la reacción de los medios? Insuperable:

 

“Abrupto e inexplicable”. “El COI opta por el derroche”. “Tongo olímpico”. “Sospechas de intereses económicos”. “El COI no tiene sentido”.

Un ramillete de frases en los que no se atisba ni un ápice de autocrítica, sino más bien todo lo contrario

Pues sí. Así se ve el mundo desde el altiplano. Podríamos resumirlo en lo siguiente: engañar a la población hasta el final, mantener tesis irreales contra viento y marea, y al final, cuando la realidad se hace patente con todo su peso y toda su tozudez, asegurar que son los otros los que se equivocan y que la causa de la derrota es la pertinaz envidia.

Son sólo dos ejemplos y que además poco tienen que ver con la política, pero precisamente por eso han sido escogidos. En todos los órdenes de la vida, Madrid crea su burbuja de realidad, un constructo paralelo a la realidad auténtica que sirve para consumo propio pero que salta por los aires en cuanto toma contacto con el mundo exterior. Quien este leyendo estas líneas tendrá la tentación de argumentar que situaciones así ocurren en todas partes, pero lo cierto es que no. Los medios de comunicación de las democracias tienen sus sesgos, ya sean políticos o económicos, pero en ningún modo osan inventar realidades como ocurre en la Meseta. Es una anomalía muy notable.

Antes de analizar el caso del tratamiento informativo de Cataluña, un último ejemplo que resulta muy divertido y que permite hacerse una idea de cuáles son los procesos mentales que rigen en el centro de la península. Esta vez nos desplazamos a inicios de los años noventa, Barcelona ya había celebrado sus Juegos Olímpicos y la proyección mundial de la urbe catalana crecía imparable. Dentro de las muchas actividades deportivas que se celebraban en la ciudad condal destacaba la “Cursa Popular”, una carrera de 10 kilómetros abierta a todo el mundo y que desde sus inicios en 1979 patrocina y organiza El Corte Inglés. Después de unos comienzos modestos, la prueba atlética se fue consolidando y en la segunda mitad de los ochenta logró situarse en participaciones por encima de los 50.000 corredores. La gran eclosión se alcanzó tras los Juegos, cuando se llegaron a superar los 100.000 participantes, convirtiéndose en la prueba popular más importante del mundo. Este éxito fue la gota que colmó el vaso de la paciencia de Madrid que, tras soportar con estoicismo y dolor silenciado el éxito de los Juegos, veían como la ciudad a la que menospreciaban se revalorizaba a ojos del mundo entero. La respuesta fue inmediata: ellos también tendrían su carrera popular masiva. El único objetivo sería arrebatar el récord mundial a Barcelona al precio que fuese. Para asegurarse el éxito, diseñaron una prueba de 5 kilómetros (la barcelonesa tenía 10) y que era en línea recta y en bajada (en Barcelona se subía a Montjuïc). Para acabar de configurar un cuadro de tintes grotescos, el alcalde Álvarez del Manzano corría con el dorsal número 1 y la mascota se llamaba “Chulito”. En fin.

Al final, los dos intentos (1993 y 1994) sólo sirvieron para dar los titulares de prensa deseados, porque las múltiples irregularidades de la prueba hicieron que sus marcas en cuanto a participación no fuesen homologadas.

Continuará…

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“La gran teranyina”, de Edicions del Periscopi. 8ª edición a la venta.

 

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